30 de octubre de 2014

Hay Que Correr Más y Mejor

Hay Que Correr Más y Mejor 


"Cada mañana en la selva sale el sol y se levantan las gacelas, saben que deberán correr más rápido que el león más veloz o morirán devoradas. Pero cada mañana también se levantan los leones, saben que deberán correr más rápido que la más lenta de las gacelas o morirán de hambre. El dilema no es si usted es león o gacela. La verdad es que mañana cuando salga el sol, usted tendrá que correr más y mejor". (Tomás Rojas)

24 de octubre de 2014

El Paquete de Galletas

El Paquete de Galletas

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora.

La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El dialogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez mas irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba la última galleta. "- No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas. Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco. ¡Gracias! - dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad. "De nada" - contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad - Entonces el tren anunció su partida...

La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó:


"¡Que insolente, que mal educado, que será de nuestro mundo!". Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas INTACTO.

El Señor de los Anillos

El Señor de los Anillos


"...Hacia el Siglo XII el maestro Agbahar era reconocido por todos en Medina por su sabiduría”.

A él concurrían muchos en busca de consejo y aliento.

Yuzzef hizo un largo viaje para llegar a la casa del Maestro y al llegar su turno le dijo:

-          "Maestro Agbahar, siento que la vida me da menos de lo que merezco... se que debería estar mejor, ser más feliz, poseer más riquezas y sin embargo mi vida es mediocre y en el fondo poco placentera..."

- "Bien, bien..." - contestó el maestro- "Mira... en estos momentos tengo un problema yo, así que te pido tu ayuda para resolverlo y luego podremos seguir con lo tuyo".

Yuzzef se sintió sorprendido de que el maestro no tomase en cuenta su pregunta y le saliese con esta respuesta, pero no pudo menos que decir:

-          "¿Qué necesita maestro?"

- "Tengo que vender urgente este anillo por no menos de UNA moneda de oro... te pido que tomes tu caballo, vayas al mercado y lo vendas... ¡¡pero NO ACEPTES MENOS de una moneda de oro!!"

Dicho esto, tomó el anillo de su dedo y se lo entregó a Yuzzef quién - bastante molesto, para que negarlo - subió a su caballo y se dirigió al mercado a cumplir el encargo.

Una vez en el mercado Yuzzef ofreció a la gente que pasaba el anillo pidiendo el precio que el maestro le había indicado. No consiguió más que burlas de la gente...

-          "Una moneda de oro por ese anillo!!!, Muchacho, tú sí que estás loco...te ofrezco tres de cobre y esta daga..."

La mejor oferta que recibió la obtuvo de una dama de buen aspecto quién envió su criado para que ofreciese una moneda de plata. Horas después y ya cuando el mercado empezaba a cerrar, Yuzzef agotado por el esfuerzo y totalmente decepcionado de tan ridículo encargo optó por regresar a la casa del Maestro.

En el viaje de regreso incluso pensó para sus adentros:

- "¿Será realmente Agbahar tan buen maestro y sabio como se dice?... ¿o sólo un viejo ñoño y ambicioso que pretende una moneda de oro por este pedazo de lata sin valor?"

Al llegar dijo -con cierto tono de molestia en su voz:

-          "Agbahar...me desgañité en el mercado ofreciendo este anillo a todos los que pasaron, pero lo máximo que obtuve fue la oferta de UNA moneda de plata..."

-          "¿Ahá?..." - dijo el maestro casi sin mirar a Yuzzef -"...entonces hazme otro favor. Ve a la casa de Joyero Real que está frente a la Mezquita y dile a él que te indique el valor del anillo...pero NO SE LO VENDAS te ofrezca lo que te ofrezca.. ¿has entendido?

Allí partió Yuzzef a cumplir el nuevo encargo, decepcionado y con la sensación de que el viejo lo tomaba como un sirviente y para peor, no había prestado aún ninguna atención a su consulta.

Al llegar al sitio indicado encontró al Joyero Real casi a punto de cerrar su negocio, con algunos ruegos consiguió que entrase nuevamente y analizase el anillo.

-          "¿Y cuánto cree que puede valer esto?" - preguntó Yuzzef convencido de antemano del escaso valor de la pretendida joya.

- "Bueno...la verdad es que...yo diría..." - titubeaba el Joyero Real mientras miraba el anillo desde todos sus ángulos- "...digamos que podría llegar a valer unas setenta monedas de oro...pero bueno, dado tu apuro yo podría pagarte YA alrededor de cincuenta...cincuenta y tres máximo..."

La mandíbula de Yuzzef cayó dando a su rostro una estúpida imagen e impidiéndole articular palabra alguna.

Esto sin duda fue tomado por el Joyero como una hábil estrategia de regateo, ya que sin darle tiempo a recuperarse le dijo.

-          "Esta bien, está bien...veo que eres un duro negociante, pero no tengo forma de conseguir más de sesenta y dos monedas de oro en este instante..."

Yuzzef sin poder articular palabra aún, logró recuperar el anillo de la mano del Joyero -que se resistía a soltar la joya- y regresó a la casa de Agbahar.

Al ver su rostro sorprendido Agbahar le dijo:

- "Hola Yuzzef, ¿que te ha dicho el Joyero?"
-          "Realmente no lo puedo creer...cotizó el anillo en 70 monedas de oro y llegó a ofrecerme 62 en ese mismo momento...¿quiere que regrese y se lo venda?"

- "No, Yuzzef" -contestó el viejo mientras volvía a colocarse el anillo en su dedo- "conozco el valor del anillo y se trata de una joya más valiosa aún de lo que el pillo del Joyero te la cotizó...este anillo perteneció a Mustafá II el Supremo Sultán, aquí está su sello y cualquier Joyero puede reconocerlo al instante"

-          "Pero...no entiendo...¿y por qué nadie en el mercado llegó a ofrecer más que unas pocas monedas de cobre por él ?"

-          "Porque, Yuzzef, para advertir el valor de ciertas cosas hay que ser un experto. La gente en el mercado a lo sumo podría advertir el brillo del oro o el tamaño de una piedra incrustada, pero ninguno de ellos reconocería el Sello Real en el anillo".


Luego de invitar a Yuzzef con un gesto de su mano a sentarse, Agbahar prosiguió:


-          "Lo mismo ocurre con tu vida...estás esperando que la gente te reconozca...o que el destino te favorezca y no adviertes que el verdadero valor lo da el "sello real" que todos tenemos dentro...regresa y saca provecho de tu vida NO por lo que los demás opinen o te den, sino por el verdadero valor de tu "sello real".